El pasado 8 de marzo se celebró, como cada año, el día internacional de la mujer. Cuando se fija un día al año para tener en cuenta un elemento concreto, día del agua, día del medioambiente, día del teatro, señal de que algo no va demasiado bien, o de que, al menos, puede y debe ser mejorado.
A lo largo de la historia a la mujer le ha sido encomendado el cuidado del hogar, de los hijos, de los ancianos y de los enfermos. Y eso sigue vigente en nuestros días. Sin embargo, la mujer, cualquier mujer, tiene, como ser humano, las mismas capacidades que el hombre para aprender, gobernar o decidir. Capacidades que le han sido negadas en la mayoría de las sociedades a lo largo del tiempo y que, aún hoy, le son negadas en distintas partes del mundo. Por supuesto que en cualquier época ha habido mujeres que han destacado por sus conocimientos y su decisión, como las mujeres médico de la Roma antigua de las que nos ha llegado noticia : Antioqui, especialista en artritis que trabajaba en la colina Esquilina de Roma, Escolástica, hermana de san Benito, que recorrió toda Italia fundando hospitales, Constanza, alumna de la escuela de medicina de Salerno (año 1000), que llegó a dar clases en la universidad de Nápoles, Mercuria, de la misma escuela y afamada cirujana o Trócula que escribió diferentes tratados de medicina. Ya en los albores del s. XX, Marie Curie recibió el premio Nóbel 1903, en el XIX Florence Nightingale destacó en las labores de enfermería y luchó denonadamente por que se anulara la ley que prohibía a la mujer tener una carrera , más tarde Grazia Deledda, premio Nóbel de literatura Wangari Maathai, premio Nóbel de la paz y otras muchas se han señalado por su trabajo y su valentía. Sin embargo, la mayoría de las mujeres no han gozado de esas posibilidades ni de ese reconocimiento por lo que surgió en un momento dado el movimiento sufragista que pedía, entre otras cosas, el voto para la mujer y no ser considerada como un menor necesitado del permiso paterno o marital para cualquier función que no fuera doméstica. Eso se ha conseguido, en parte, a lo largo del s.XX en el que la ley ha reconocido sus derechos a las mujeres de la gran mayoría de los países. Pero una cosa es el derecho y otra los hechos. Este siglo XXI que ahora empezamos debe ser el de los hechos; en él debemos ir de la igualdad legal a la real. No basta con que en Nigeria esté prohibida la lapidación, lo importante es que esta no se lleve a cabo, no sirve de nada tener derecho a ocupar un cargo decisorio en una empresa, si no se da a la mujer la oportunidad de ejercerlo. Es importante llegar a conciliar la vida laboral y la familiar para que las mujeres puedan acceder a puestos de decisión en economía, ciencia o gobierno. En este último renglón hoy día hay en el mundo siete mujeres presidentes de países: Irlanda, Filipinas, Finlandia, Letonia, Chile, Liberia, Sri Lanka y cuatro primeras ministro: Merkel, Clark, Khaleda Zia, Luisa Diogo. Todas ellas son personas luchadoras, pero pacifistas, enérgicas, pero negociadoras y confiamos en que su gestión dé buenos resultados. Con motivo de este día de la mujer 2007 la ONU ha pedido que se acabe con la impunidad ante la violencia sexual, el secuestro y tráfico de mujeres y niñas que impide lograr la igualdad de género, la paz y el desarrollo. A este respecto las cifras nos dicen que en el último año en Italia 1,1 millones de mujeres han sufrido violencia de alguna clase. Tanto es así que la ministra señora Pollastrini ha hecho un llamamiento al Parlamento para que discuta lo antes posible el proyecto de ley sobre violencia de género. Ojalá que pronto no sea necesario un “Día internacional de la mujer” al igual que no hay un día internacional del hombre.